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martes, 28 de julio de 2015

LO LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES!

LO LLAMAN DEMOCRACIA Y NO LO ES!


“Las naciones occidentales glorificamos como a un dios a la democracia, rezamos loas y alabanzas a la libre voluntad de los pueblos de expresarse en las urnas, que condenamos con desprecio el autoritarismo y las tiranías,... ellas mismas son las que cuando, un pueblo se manifiesta democráticamente en contra de sus intereses, se oponen con descaro e hipocresía a la democracia...”


Desde que despertó la conciencia de la lucha y salimos a la calle buscando un cambio, desde que las redes se convirtieron en un hervidero de ideas y propuestas, desde que aparecieron alternativas políticas, ¿cuánto hemos cambiado la situación? Hay quien dirá que mucho, gracias al avance de propuestas políticas afines a los movimientos sociales pero, para mí, es insuficiente. Mientras no cambiemos el problema principal que atenaza las democracias, idea original muy extendida en alrededor del mundo pero casi olvidada, no cambiará nada: debemos evolucionar a una democracia más participativa. 

De poco servirá toda la lucha si no terminamos con la “democracia representativa” actual o, al menos, la completamos con participación real y no de tipo anecdótico.

Se suele afirmar que la democracia es el menos malo de los regímenes políticos. Desde luego tiene sus deficiencias y límites, pero todavía pareciese que no se ha inventado nada mejor. Por lo tanto parece lo más sensato tratar de mejorarla y sobre todo mantenerla. Para ello es preciso tener presentes los habituales peligros que la acechan.


Es obvio que el más claro es su desaparición frente a una dictadura. Parece raro que eso hoy pueda suceder en las democracias occidentales más consolidadas. Sin embargo, sí que es muy creíble la probabilidad de que nuestras democracias pierdan importantes cotas de calidad. Ya los clásicos trataron este tema de los peligros y degeneraciones de los diferentes regímenes políticos. Platón apuntaba de cómo los buenos regímenes de uno (monarquía), varios gobernantes (aristocracia) o el propio pueblo (democracia), podían degenerar respectivamente, y siguiendo el criterio numérico, en tiranía, oligarquía y demagogia.

Democracia o Plutocracia?


Un análisis del contexto actual desde la perspectiva que ofrece la ciencia política, es decir, un enfoque analítico del poder, no puede dejar de preguntarse dónde reside dicho poder dentro de un sistema social dado.

Lo primero que hay que señalar es que una democracia, etimológicamente hablando, se compone de los elementos demos (pueblo) y kratia (poder). Con lo cual, el poder reside en el conjunto de los ciudadanos. Pero en una democracia, para que cada ciudadano pueda ejercer ese poder de manera libre e igualitaria, son necesarios otros dos elementos básicos como son la Isegoría y la Isonomía. La isegoría (Isos-Todos; Agora-Asamblea) consiste en la igualdad de voz; la isonomía (Ison-Igual; Némein-Distribuir) en la igualdad de los derechos de participación política, del uso del poder.

Cualquier persona puede discernir con bastante facilidad que en las democracias actuales, tan solo en un referéndum, el poder podría estar en el pueblo, y esto también es más que cuestionable debido a la falta de proporcionalidad de los sistemas electorales o a al carácter o a la distribución de los medios de comunicación. Agregando a ello que la igualdad de voz no consiste en ir a la plaza del pueblo, instalar un púlpito y decir lo que uno o una crea conveniente. Siendo así, cualquier individuo concluiría que el ejercicio igualitario del poder sólo puede llegar a ser una entelequia, por lo que no es necesario poner ningún ejemplo fútil. En relación a esto último, tan sólo recalcar que la isonomía data del 500 a.C. y comenzó siendo, como destaca Joaquín Abellán, un «eslogan político dirigido contra las pretensiones de los nobles de volver a recuperar su posición tras la caída de los tiranos».


El concepto de plutocracia, cuya raíz etimológica se compone, del griego, de plutos (dinero) y kratia (poder), se refiere a que el poder reside en el dinero. Este concepto, mucho menos ortodoxo y estudiado que el de democracia, se ha hecho hueco desde hace varios años en los escritos de cierta literatura. Autores de izquierda radical consideran que el concepto de plutocracia se ajusta mucho más a la realidad que el de democracia para denominar y analizar los sistemas que imperan en Occidente en la actualidad. La capacidad que cada individuo tiene para hacer oír su voz o para imponer sus intereses particulares o de clase dependen, necesariamente, del dinero que posea.

José Saramago lo expresaba de la siguiente manera. «Vivimos en una plutocracia: un Gobierno de los ricos, cuando éstos, proporcionalmente al lugar que ocupan en sociedad, deberían estar representados por una minoría en el poder. No hay actualmente ningún país del mundo que viva verdaderamente en democracia…».

Como se llegó a este cambio de forma de gobierno?


Para llevar a cabo este plan de cambiar democracia por plutocracia, solo se necesitaron 3 pasos; ya que los “mercados” aprovechan que los Estados tienen necesidad de financiarse mediante emisiones de letras y bonos del tesoro, que los grandes inversores privados (sobre todo los bancos) compran a cambio de un interés, que dependerá en gran medida de lo que las agencias de calificación de riesgo establezcan en cada momento. La presión sobre la deuda convierte a los líderes elegidos democráticamente en rehenes de los intereses de los mercados y reduce notablemente su poder de maniobra. Sólo la ciudadanía puede alterar esta ecuación.

El paso 1, cambiar las políticas, ya ha sido concluido con éxito, de forma pública y con escasa oposición ciudadana (con algunas excepciones, como los indignados españoles y las grandes protestas griegas). Entre los ejemplos de políticas impuestas en nuestros países, encontramos la reforma laboral, la de las pensiones, recortes en el sector público, la privatizaciones de los sectores estratégicos de los países… A nadie le sorprende ya que los periódicos lleven en portada el siguiente titular: “Los mercados reciben con alzas los recortes en el sector público y las privatizaciones de empresas”


El paso 2, relacionado con los gobernantes, va muy avanzado. Sin ir más lejos, cada vez que se elige un presidente, surgen alzas y bajas en las bolsas de valores, según los especuladores de la bolsa, así los pueblos pensarán mejor a quién eligen. Estas manipulaciones no son algo nuevo. Ya en las elecciones mexicanas de 2006, la bolsa y la moneda subían o bajaban según cómo de segura parecía la victoria del candidato conservador Felipe Calderón sobre López Obrador, lo que pudo haber condicionado el resultado final. La Bolsa de Londres también celebró con alzas la llegada al poder de David Cameron en 2010.

Por último, habría que ir preparando el terreno para intentar alcanzar el tercer y decisivo paso: transformar el sistema político democrático occidental en una plutocracia total, aunque en muchos países esto ya es un hecho, con gobiernos títere elegidos por los mercados y un gobierno efectivo ejercido por parte de quienes más dinero tienen. 

Para ello, tendrán que ir poco a poco e intentarán que la ciudadanía mantenga la pasividad actual (por eso los nuevos códigos de policía adoptados por diferentes países, prohibiendo la libre expresión y judicializando la protesta), pues de lo contrario, será difícil lograr tal cambio político. Lo primero que habría que hacer es plantear la posibilidad de que haya un sistema mejor que la democracia para la gestión de la economía, y luego, ir defendiendo su puesta en marcha. El territorio que mejor les podría servir como ejemplo de los éxitos de la plutocracia es Asia, el área económica que más crece y donde sin embargo, no abundan los regímenes democráticos.

Por ejemplo, en declaraciones a CCTV a principios de julio de 2011, el primer ministro de Singapur señalaba: “la democracia no permite adoptar políticas racionales con efectos positivos para el país a medio y largo plazo. Un gobierno estable favorece una mejor evolución de la economía”. Algo similar sucede en Hong Kong, paraíso para las empresas de todo el mundo y ejemplo de éxito económico, y que mantiene un régimen autoritario con algunas libertades democráticas.


No obstante, el más claro ejemplo de estos regímenes es China, plutocracia sin escrúpulos, país tremendamente desigual, que esconde tras una hoz y un martillo el modelo político deseado por “los mercados”. En China hay libertad total para comprar caras camisetas de marcas europeas con la expresión “Freedom” o para ir en Mercedes con una banderita el Partido Comunista. La falta de libertad sólo afecta a los derechos políticos y laborales, cuya ausencia es la base de las éxitosas exportaciones chinas de bajo coste. A su vez, el país lleva a cabo una ambiciosa y carísima política de infraestructuras, no siempre útiles para toda la población, como los lujosos rascacielos de Shanghai, que beneficia enormemente a las multinacionales, y que sólo pueden ser realizadas por gobiernos que no tienen que rendir cuentas ni preocuparse por la reelección.


Las grandes empresas multinacionales se sienten muy cómodas con gobiernos autoritarios en lo político pero que mantienen el capitalismo más salvaje en lo económico. Este mes, cuando el Partido Comunista Chino celebraba su 90º aniversario (efeméride muy importante, pues el número 9 es sagrado en China), la marca de automóviles Skoda (propiedad de la multinacional alemana Volkswagen) llenaba el país de anuncios en los que felicitaba al partido por sus éxitos y le deseaba muchos años más de vida. Por su parte, documentos clasificados de Citibank, que datan de marzo de 2006, sostienen sin tapujos que la plutocracia debe ser el modelo político a alcanzar para una mejor gestión de la economía.

Por eso, no sorprende que Singapur, Hong Kong y China sean lugares en los que toda gran empresa mundial que se precie tiene fábricas y oficinas comerciales. Se trata de territorios con muchos consumidores, gobiernos y políticas “estables”, y trabajadores baratos y sin derecho alguno. Es decir, como los esclavos de las plantaciones de tabaco de Virginia, pero que a su vez engrosan el número de consumidores de los productos de esas empresas.

Nos oponemos a ello?


Desde siempre, y aun algunas en nuestros días, las religiones hacían ofrendas a sus dioses; muchas veces eran anímales, hasta humanos en algunos casos. Cualquiera podría pensar que dicha práctica había quedado anulada, pero no es así. Con el nuevo nacimiento de su Dios-Riqueza han vuelto a la práctica de las ofrendas, y no me cabe ninguna duda que han elegido a humanos una vez más. Esta vez no nos sacrifican con un puñal o una pira, simplemente nos relegan a la ignominia de una muerte lenta por pobreza y secuestro de nuestra dignidad y libertad. ¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?.

Una vez que podemos ver claro el plan, debemos preguntarnos si estamos dispuestos aceptar que dentro de poco los periódicos abran con este titular: “La prima de riesgo española se reduce a mínimos históricos tras la decisión del Parlamento español de abolir el sistema democrático”. Si no nos organizamos pronto, este plan quizás se haga realidad. ¿Nos ponemos a ello?

Creo que está en la mano de la ciudadanía el romper la lógica imperante, de forma pacífica, que nos llevará sacrificios en el corto plazo, pero que redundará en un mundo nuevo en el largo plazo (quizás no para mí, sí para mis hijos).

Fuentes:

http://redequojoven.org/

http://elrincondepensar.org/

http://politicacritica.com/

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